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Todo por culpa de un mal día

20-I-2008

Lle­vo varias sem­anas escuchan­do el pro­gra­ma Ser curiosos de la Cade­na SER gra­cias a mis momen­tos de insom­nio noc­turno. En él hay una sec­ción donde al invi­ta­do de cada sem­ana le ponen un cuen­to nar­ra­do y en un deter­mi­na­do momen­to lo cor­tan para que el invi­ta­do lo con­tinúe a su man­era. He detec­ta­do que siem­pre es el mis­mo cuen­to, y creo que está car­ga­do de energía pos­i­ti­va. Me gus­ta mucho.

Al mar­gen del final del cuen­to que cada invi­ta­do pro­pone, y dejan­do claro que el de esta sem­ana casi me gus­ta más que el orig­i­nal, voy a hac­er una tran­scrip­ción del cuen­to en el que se ha basa­do todo esto. Esper­a­ba encon­trar­lo por Google (como casi siem­pre ocurre) pero me he lle­va­do la gran sor­pre­sa de que no se le hace men­ción en ningún sitio. Vamos, que no está en Google. Así que lo úni­co que he podi­do hac­er ha sido una tran­scrip­ción del mis­mo aprovechan­do la grabación de un pod­cast (dicho sea de paso, no ofi­cial de la Cade­na SER, ¿por qué no hay pod­cast ni pági­na de este pro­gra­ma?) crea­do por un oyente de la Cade­na SER.

Esta­ba muy enfada­do. No tenía pre­vis­to aquel via­je y había tenido que regre­sar apresurada­mente a casa, hac­er el equipa­je y des­de luego lle­gar tarde al vue­lo pre­vis­to. El próx­i­mo avión con des­ti­no a San­ta Cruz de Tener­ife no salía has­ta tres horas más tarde. Fac­turó la pequeña male­ta y deam­buló por las imper­son­ales, apes­tadas y frías salas del aerop­uer­to. En el sefl-ser­vice se manchó la cor­ba­ta y la camisa, y no pudo cam­biarse porque ya se había despren­di­do del maletín. En la far­ma­cia no tenían las gotas con las que com­bat­ía una reciente dolen­cia. Y para que no ter­mi­naran sus desven­turas le tocó un asien­to de clase tur­ista con un niño al lado acom­paña­do de una madre indifer­ente y abstraí­da que le tiró sobre el pan­talón parte del pas­tel de choco­late y man­te­qui­l­la que habían servi­do durante la merien­da. Le atizó todo tipo de patadas, le hizo pen­sar que Herodes en el fon­do no debía ser tan mala per­sona.

Se sin­tió alivi­a­do cuan­do con­sigu­ió un taxi nada más recu­per­ar el equipa­je, pero al lle­gar al hotel que siem­pre fre­cuenta­ba le comu­ni­caron que no habían recibido de su empre­sa ningu­na orden de reser­va y que esta­ban com­ple­tos. Y no sólo en aquel hotel: era el mes de febrero en plenos car­navales y los otros tres hote­les a los que se dirigió tam­bién esta­ban abar­ro­ta­dos. En el últi­mo le sugirieron que se dirigiera a Puer­to de la Cruz: la zona turís­ti­ca por exce­len­cia. Juicio que le cor­roboró el con­duc­tor del taxi que le llev­a­ba de un sitio a otro.

Su irritación iba en aumen­to: se sen­tía mis­er­able, aban­don­a­do, enfada­do con la empre­sa, con él mis­mo, con el des­ti­no y has­ta con la vida. Si alguien le hubiera empu­ja­do lev­e­mente quizá hubiera respon­di­do con vio­len­cia. No record­a­ba un día tan aci­a­go. Y al mirarse en el espe­jo que había jun­to a recep­ción vio a un ros­tro ceni­cien­to: una camisa y una cor­ba­ta mostosas, un tra­je arru­ga­do y una expre­sión que parecía la de un fora­ji­do. Pero de pron­to, jun­to a él, encon­tró un ros­tro moreno, una son­risa fran­ca, una mele­na cas­taña oscu­ra tras el mostrador y el nom­bre de Ali­cia escrito en una pla­ca metáli­ca que llev­a­ba la recep­cionista sobre el bol­sil­lo supe­ri­or de la cha­que­ta. Si las cosas le hubier­an ido bien, si hubiera toma­do el vue­lo ade­cua­do y la reser­va se hubiera hecho a tiem­po jamás habría lle­ga­do has­ta aquel hotel, pero había sido un mal día y por eso cono­ció a Ali­cia. Se enam­oró de ella y ella le cor­re­spondió. Y como en los cuen­tos de antes vivieron felices… ¡Y todo por cul­pa de un mal día!

Creo que es un buen cuen­to para regre­sar por estos lares después de tan­to tiem­po sin dar señales de vida.

Este rela­to lo escribió orig­i­nal­mente , puedes leer más relatos, tan­to de mi propiedad como de otros autores, en mi sec­ción de relatos.

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2 comentarios

  1. No hay mal que por bien no ven­ga 😀
    Por cier­to, en Tener­ife esta­mos esperán­dote, quién sabe… tal vez algo cam­bie tu vida, jeje.
    Un salu­di­to.

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  2. Pues no estaría mal, Hari. Después de innu­mer­ables dis­gus­tos, algu­na sor­pre­si­ta no me ven­dría nada mal… jeje­je. 🙂

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