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Seguid hambrientos, seguid alocados

24-XI-2007

Aunque hace tiem­po que di con este guión (y con la con­fer­en­cia en sí), y hace tiem­po que sabía de su exis­ten­cia, ha sido hoy y no otro día el que ha caí­do de nue­vo en mis manos y he pen­sa­do en plas­mar­lo aquí para que si alguno de vosotros no lo conoce, pue­da dis­fru­tar de él. Aunque des­de el pro­pio guión de la con­fer­en­cia se puede intuir quién es el autor de estas pal­abras, no diré has­ta finalizar quién es real­mente para no crear facha­da algu­na antes de leer las líneas. Quizá algunos para bien, y otros para mal, pre­juz­garan el tex­to antes de ter­mi­nar de leer­lo, y no lo escri­bo aquí con ese fin. Allá vamos con el guión de la con­fer­en­cia.

Ten­go el hon­or de estar hoy aquí con vosotros en vues­tra grad­uación en una de las mejores uni­ver­si­dades del mun­do. Nun­ca me gradué. A decir ver­dad, esto es lo más cer­ca que jamás he esta­do de una grad­uación uni­ver­si­taria. Hoy os quiero con­tar tres his­to­rias de mi vida. Nada espe­cial. Sólo tres his­to­rias.


La primera his­to­ria ver­sa sobre cómo se conectan los pun­tos.

Dejé Reed Col­lege después de los seis primeros meses, pero después seguí por allí por libre otros 18 meses, más o menos, antes de dejar­lo de veras. Entonces, ¿por qué lo dejé?

Comen­zó antes de que yo naciera. Mi madre biológ­i­ca era una tit­u­la­da uni­ver­si­taria joven y soltera, y decidió darme en adop­ción. Ella tenía muy claro que quienes me adop­taran ten­drían que ser tit­u­la­dos uni­ver­si­tar­ios, de modo que todo se preparó para que fuese adop­ta­do al nac­er por un abo­ga­do y su mujer. Solo que cuan­do aparecí deci­dieron en el últi­mo momen­to que lo que de ver­dad querían era una niña. Así que mis padres, que esta­ban en lista de espera, reci­bieron una lla­ma­da a media noche pre­gun­tan­do: “Ten­emos un niño no esper­a­do; ¿lo queréis?” “Por supuesto”, dijeron. Mi madre biológ­i­ca se enteró de que mi madre no tenía tit­u­lación uni­ver­si­taria, y que mi padre ni siquiera había ter­mi­na­do el bachiller­a­to, así que se negó a fir­mar los doc­u­men­tos de adop­ción. Sólo cedió, meses más tarde, cuan­do mis padres prometieron que algún día iría a la uni­ver­si­dad.

Y 17 años más tarde real­mente fui a la uni­ver­si­dad. Pero de for­ma des­cuida­da elegí una uni­ver­si­dad que era casi tan cara como Stan­ford, y todos los ahor­ros de mis padres de clase tra­ba­jado­ra los esta­ba gas­tan­do en mi matrícu­la. Después de seis meses, no le veía propósi­to alguno. No tenía idea de qué quería hac­er con mi vida, y menos aún de cómo la uni­ver­si­dad me iba a ayu­dar a averiguar­lo. Y me esta­ba gas­tan­do todos los ahor­ros que mis padres habían con­segui­do a lo largo de su vida. Así que decidí dejar­lo, y con­fi­ar en que las cosas sal­drían bien. En su momen­to me dio miedo, pero en ret­ro­spec­ti­va fue una de las mejores deci­siones que nun­ca haya toma­do. En el momen­to en que lo dejé, ya no fui más a las clases oblig­a­to­rias que no me interesa­ban, y comencé a meterme en las que parecían intere­santes.

No era idíli­co. No tenía dor­mi­to­rio, así que dor­mía en el sue­lo de las habita­ciones de mis ami­gos, devolvía botel­las de Coca Cola por los 5 cén­ti­mos del depósi­to para con­seguir dinero para com­er, y cam­ina­ba más de 10 Km los domin­gos por la noche para com­er bien una vez por sem­ana en el tem­p­lo de los Hare Krish­na. Me encanta­ba. Y muchas cosas con las que me fui topan­do al seguir mi curiosi­dad e intu­ición resul­taron no ten­er pre­cio más ade­lante.

Os daré un ejem­p­lo: en aque­l­la época el Reed Col­lege ofrecía la que quizá fuese la mejor for­ma­ción en caligrafía del país. En todas partes del cam­pus, todos los póster, todas las eti­que­tas de todos los cajones, esta­ban bel­la­mente caligrafi­adas a mano. Como ya no esta­ba matric­u­la­do y no tenía clases oblig­a­to­rias, decidí aten­der al cur­so de caligrafía para apren­der cómo se hacía. Aprendí cosas sobre el serif y tipografías sans serif, sobre los espa­cios vari­ables entre com­bi­na­ciones de letras, sobre qué hace real­mente grande a una gran tipografía. Era sutil­mente bel­lo, históri­ca y artís­ti­ca­mente, de una for­ma que la cien­cia no puede cap­turar, y lo encon­tré fasci­nante.

Nada de esto tenía ni la más mín­i­ma esper­an­za de apli­cación prác­ti­ca en mi vida. Pero diez años más tarde, cuan­do estábamos dis­eñan­do el primer orde­nador Mac­in­tosh, volvió a mí. Y dis­eñamos el Mac con todo den­tro. Fue el primer orde­nador con tipografías bel­las. Si nun­ca me hubiera deja­do caer por aquél cur­so con­cre­to en la uni­ver­si­dad, el Mac jamás habría tenido múlti­ples tipografías, ni tipos con espa­ci­a­do pro­por­cional. Y como Win­dows no hizo más que copi­ar el Mac, es prob­a­ble que ningún orde­nador per­son­al los tuviera. Si nun­ca hubiera deci­di­do dejar­lo, no habría entra­do en esa clase de caligrafía, y los orde­nadores per­son­ales no ten­drían la mar­avil­losa tipografía que poseen. Por supuesto que era imposi­ble conec­tar los pun­tos miran­do hacia el futuro cuan­do esta­ba en clase. Pero era muy, muy claro al mirar atrás diez años más tarde.

Otra vez: no se pueden conec­tar los pun­tos hacia ade­lante, sólo puedes hac­er­lo hacia atrás. Así que tenéis que con­fi­ar en que los pun­tos se conec­tarán algu­na vez en el futuro. Tienes que con­fi­ar en algo — tu instin­to, el des­ti­no, la vida, el kar­ma, lo que sea. Esta for­ma de actu­ar nun­ca me ha deja­do tira­do, y ha mar­ca­do la difer­en­cia en mi vida.


Mi segun­da his­to­ria es sobre el amor y la pér­di­da.

Tuve suerte — supe pron­to en mi vida qué era lo que más desea­ba hac­er. Woz y yo creamos Apple en la cochera de mis padres cuan­do tenía 20 años. Tra­ba­jamos mucho, y en diez años Apple cre­ció de ser sólo nosotros dos a ser una com­pañía val­o­ra­da en 2 mil mil­lones de dólares y 4.000 emplea­d­os. Hacía jus­to un año que habíamos lan­za­do nues­tra mejor creación — el Mac­in­tosh — un año antes, y hacía poco que había cumpli­do los 30. Y me des­pi­dieron. ¿Cómo te pueden echar de la empre­sa que tú has crea­do? Bueno, mien­tras Apple crecía con­trata­mos a alguien que yo creía muy capac­i­ta­do para lle­var la com­pañía jun­to a mí, y durante el primer año, más o menos, las cosas fueron bien. Pero luego nues­tra per­spec­ti­va del futuro comen­zó a diver­gir, y final­mente nos aparta­mos com­ple­ta­mente. Cuan­do eso pasó, nues­tra Jun­ta Direc­ti­va se puso de su parte. Así que a los 30 esta­ba fuera. Y de for­ma muy noto­ria. Lo que había sido el cen­tro de toda mi vida adul­ta se había ido, y fue dev­as­ta­dor.

Real­mente no supe qué hac­er durante algunos meses. Sen­tía que había dado de lado a la ante­ri­or gen­eración de emprende­dores – que había solta­do el tes­ti­go en el momen­to en que me lo pasa­ban. Me reuní con David Packard [de Hewlett Packard] y Bob Noyce [inven­tor del cir­cuito inte­gra­do, Intel], e inten­té dis­cul­parme por haber­la fas­tidi­a­do tan­to. Fue un fra­ca­so muy noto­rio, e inclu­so pen­sé en huir del valle [Sil­i­con Val­ley]. Pero algo comen­zó a abrirse paso en mí — aún ama­ba lo que hacía. El resul­ta­do de los acon­tec­imien­tos en Apple no había cam­bi­a­do eso ni un ápice. Había sido rec­haz­a­do, pero aún esta­ba enam­ora­do. Así que decidí comen­zar de nue­vo.

No lo vi así entonces, pero resultó ser que el que me echa­ran de Apple fue lo mejor que jamás me pudo haber pasa­do. Había cam­bi­a­do el peso del éxi­to por la ligereza de ser de nue­vo un prin­cipi­ante, menos seguro de las cosas. Me liberó para entrar en uno de los peri­o­dos más cre­ativos de mi vida.

Durante los sigu­ientes cin­co años, creé una empre­sa lla­ma­da NeXT, otra lla­ma­da Pixar, y me enam­oré de una mujer asom­brosa que se con­ver­tiría después en mi esposa. Pixar llegó a crear el primer largome­tra­je ani­ma­do por orde­nador, Toy Sto­ry, y es aho­ra el estu­dio de ani­mación más exi­toso del mun­do. En un notable giro de los acon­tec­imien­tos, Apple com­pró NeXT, regresé a Apple, y la tec­nología que desar­rol­lam­os en NeXT es el corazón del actu­al renacimien­to de Apple. Y Lau­rene y yo ten­emos una mar­avil­losa famil­ia.

Estoy bas­tante seguro de que nada de esto habría ocur­ri­do si no me hubier­an echa­do de Apple. Creo que fue una med­i­c­i­na hor­ri­ble, pero supon­go que el paciente la nece­sita­ba. A veces, la vida te da en la cabeza con un ladrillo. No perdáis la fe. Estoy con­ven­ci­do de que la úni­ca cosa que me man­tu­vo en mar­cha fue mi amor por lo que hacía. Tenéis que encon­trar qué es lo que amáis. Y esto vale tan­to para vue­stro tra­ba­jo como para vue­stros amantes. El tra­ba­jo va a llenar gran parte de vues­tra vida, y la úni­ca for­ma de estar real­mente sat­is­fe­cho es hac­er lo que con­sid­eráis un tra­ba­jo genial. Y la úni­ca for­ma de ten­er un tra­ba­jo genial es amar lo que hacéis. Si aún no lo habéis encon­tra­do, seguid bus­can­do. No os con­for­méis. Como en todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabréis cuan­do lo hayáis encon­tra­do. Y como en todas las rela­ciones geniales, las cosas mejo­ran y mejo­ran según pasan los años. Así que seguid bus­can­do has­ta que lo encon­tréis. No os con­for­méis.


Mi ter­cera his­to­ria es sobre la muerte.

Cuan­do tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: “Si vives cada día como si fuera el últi­mo, algún día ten­drás razón”. Me mar­có, y des­de entonces, durante los últi­mos 33 años, cada mañana me he mira­do en el espe­jo y me he pre­gun­ta­do: “Si hoy fuese el últi­mo día de mi vida, ¿quer­ría hac­er lo que voy a hac­er hoy?” Y si la respues­ta era “No” durante demasi­a­dos días segui­dos, sabía que nece­sita­ba cam­biar algo.

Recor­dar que voy a morir pron­to es la her­ramien­ta más impor­tante que haya encon­tra­do para ayu­darme a tomar las grandes deci­siones de mi vida. Porque prác­ti­ca­mente todo — las expec­ta­ti­vas de los demás, el orgul­lo, el miedo al ridícu­lo o al fra­ca­so — se desvanece frente a la muerte, dejan­do sólo lo que es ver­dadera­mente impor­tante. Recor­dar que vas a morir es la mejor for­ma que conoz­co de evi­tar la tram­pa de pen­sar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir al corazón.

Hace casi un año me diag­nos­ti­caron cáncer. Me hicieron un bar­ri­do a las 7:30 de la mañana, y mostra­ba clara­mente un tumor en el pán­creas. Ni siquiera sabía qué era el pán­creas. Los médi­cos me dijeron que era prác­ti­ca­mente seguro un tipo de cáncer incur­able, y que mi esper­an­za de vida sería de tres a seis meses. Mi médi­co me acon­se­jó que me fuese a casa y dejara zan­ja­dos mis asun­tos, for­ma médi­ca de decir prepárate a morir. Sig­nifi­ca inten­tar decir­le a tus hijos todo lo que ibas a con­tar­les en los próx­i­mos diez años en unos pocos meses. Sig­nifi­ca ase­gu­rarte de que todo que­da ata­do y bien ata­do, para que sea tan fácil como sea posi­ble para tu famil­ia. Sig­nifi­ca decir adiós.

Viví todo un día con ese diag­nós­ti­co. Luego, a últi­ma hora de la tarde, me hicieron una biop­sia, metién­dome un endo­sco­pio por la gar­gan­ta, a través del estó­ma­go y el duo­de­no, pin­charon el pán­creas con una agu­ja para obten­er algu­nas célu­las del tumor. Yo esta­ba seda­do, pero mi esposa, que esta­ba allí, me dijo que cuan­do vieron las célu­las al micro­sco­pio los médi­cos comen­zaron a llo­rar porque resultó ser una for­ma muy rara de cáncer pan­creáti­co que se puede curar con cirugía. Me oper­aron, y aho­ra estoy bien.

Esto es lo más cer­ca que he esta­do de la muerte, y espero que sea lo más cer­ca que esté de ella durante algu­nas décadas más. Habi­en­do vivi­do esto, aho­ra os puedo decir esto con más certeza que cuan­do la muerte era un con­cep­to útil, pero pura­mente int­elec­tu­al:

Nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para lle­gar allí. Y sin embar­go la muerte es el des­ti­no que todos com­par­ti­mos. Nadie ha escapa­do de ella. Y así tiene que ser, porque la Muerte es posi­ble­mente el mejor inven­to de la Vida. Es el agente de cam­bio de la Vida. Reti­ra lo viejo para hac­er sitio a lo nue­vo. Aho­ra mis­mo lo nue­vo sois vosotros, pero den­tro de no demasi­a­do tiem­po, de for­ma grad­ual, os iréis con­vir­tien­do en lo viejo, y seréis aparta­dos. Sien­to ser tan dramáti­co, pero es bas­tante cier­to.

Vue­stro tiem­po es lim­i­ta­do, así que no lo gastéis vivien­do la vida de otro. No os dejéis atra­par por el dog­ma — que es vivir según los resul­ta­dos del pen­samien­to de otros. No dejéis que el rui­do de las opin­iones de los demás ahogue vues­tra propia voz inte­ri­or. Y lo más impor­tante, tened el cora­je de seguir a vue­stro corazón y vues­tra intu­ición. De algún modo ellos ya saben lo que tú real­mente quieres ser. Todo lo demás es secun­dario.

Cuan­do era joven, había una pub­li­cación asom­brosa lla­ma­da The Whole Earth Cat­a­log [Catál­o­go de toda la Tier­ra], una de las bib­lias de mi gen­eración. La creó un tipo lla­ma­do Stew­art Brand no lejos de aquí, en Men­lo Park, y la tra­jo a la vida con su toque poéti­co. Eran los últi­mos años 60, antes de los orde­nadores per­son­ales y la autoedi­ción, así que se hacía con máquinas de escribir, tijeras, y cámaras Polaroid. Era como Google con tapas de car­tuli­na, 35 años de que lle­gara Google: era ide­al­ista, y rebosa­ba de her­ramien­tas claras y grandes con­cep­tos.

Stew­art y su equipo sac­aron var­ios números del The Whole Earth Cat­a­log, y cuan­do llegó su momen­to, sac­aron un últi­mo número. Fue a medi­a­dos de los 70, y yo tenía vues­tra edad. En la con­tra­por­ta­da de su últi­mo número había una fotografía de una car­retera por el cam­po a primera hora de la mañana, la clase de car­retera en la que podrías encon­trarte hacien­do autoestop si fue­seis así de aven­tureros. Bajo ella esta­ban las pal­abras: “Sigue ham­bri­en­to. Sigue alo­ca­do”. Era su últi­mo men­saje de des­pe­di­da. Sigue ham­bri­en­to. Sigue alo­ca­do. Y siem­pre he desea­do eso para mí. Y aho­ra, cuan­do os graduáis para comen­zar de nue­vo, os deseo eso.

Seguid ham­bri­en­tos. Seguid alo­ca­dos. [guión]

Muchos ya lo sabréis, para quienes no lo sepáis os lo digo yo: se tra­ta de Steve Jobs; accionista, actu­al pres­i­dente, CEO y en su día co-fun­dador de Apple Inc. ¿Quién no conoce hoy en día esta com­pañía?

Steve Jobs en la conferencia de la Universidad de Stanford

Nom­bran­do hoy en día a esta gran per­sona, como ya hemos podi­do com­pro­bar tras sus pal­abras, no se nos viene a la cabeza nor­mal­mente cosas como la ante­ri­or­mente leí­da. No se nos viene a la cabeza la parte humana y luchado­ra del gran Steve. Obvi­a­mente cosas como estas no se dan todos los días, pero tam­poco nosotros lo hace­mos. Debe­mos pen­sar­lo.

Yo creo que elim­i­nan­do cier­tas cosas que dan a enten­der real­mente de quién se tra­ta en ese guión, dejan­do sola­mente la parte humana y elim­i­nan­do las partes propias de Steve y de su vida, podríamos decir que lo ha redac­ta­do algún eru­di­to, algu­na per­sona espe­cial, recono­ci­da mundial­mente… prob­a­ble­mente algu­na per­sona embar­ca­da en orga­ni­za­ciones human­i­tarias, de esas per­sonas que al ver­las sólo nos trans­miten bon­dad y buen hac­er… ¿Steve real­mente nos trans­mite esto?

Real­mente pien­so que es un tex­to con­move­dor, y dejan­do atrás las estadís­ti­cas, los mil­lones de dólares que pue­da ten­er hoy en día, y todo lo que sabe­mos per­fec­ta­mente de esta per­sona, ¿qué me diríais?, ¿qué pen­saríais de él?

Es admirable, a mí tam­bién me gus­taría vivir el pre­sente, y vivir cada día como si fuera el últi­mo… esa parte me encan­ta espe­cial­mente.

Cuan­do tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: “Si vives cada día como si fuera el últi­mo, algún día ten­drás razón”. Me mar­có, y des­de entonces, durante los últi­mos 33 años, cada mañana me he mira­do en el espe­jo y me he pre­gun­ta­do: “Si hoy fuese el últi­mo día de mi vida, ¿quer­ría hac­er lo que voy a hac­er hoy?” Y si la respues­ta era “No” durante demasi­a­dos días segui­dos, sabía que nece­sita­ba cam­biar algo.

Real­mente es admirable. Yo tam­bién lo escuché en su día, pero fue un poco difer­ente, lo escuché así: vive cada día como si fuera el últi­mo, algún día lo será. Yo cada día hago cosas que no haría real­mente si ese día fuera el últi­mo día de mi vida. Hago cosas, o dejo de hac­er­las, que si no me quedaran mas que vein­tic­u­a­tro horas de vida cam­biaría… ¿sería cuestión de replantearme en qué (mal)gasto mi tiem­po?… Os dejo con el vídeo de la con­fer­en­cia.

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2 comentarios

  1. Muy moti­vante para seguir tra­ba­jan­do… pero ni de loco dejo la escuela a estas alturas jeje, salu­dos!

    Me servi­ra mucho lo de vivir cada dia como si fuera el ulti­mo… si sigu­iera ese con­se­jo creo que seria mucho mas feliz.

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  2. me gus­taria ser como steven job.

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