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Nada es lo que parece

7-VI-2016

Nada es lo que parece

El pro­tag­o­nista de esta pequeña his­to­ria es Javi, un chico nor­mal. Con sus cosas de chico nor­mal, y que sólo aspi­ra a ser lo que es: un chico nor­mal. Des­de pequeño tenía una espini­ta clava­da en lo más pro­fun­do de su corazón; debido a diver­sas cir­cun­stan­cias no había podi­do estu­di­ar todo lo que le hubiera gus­ta­do; pen­só en seguir estu­dian­do en múlti­ples oca­siones, pero siem­pre se inter­ponían otras cues­tiones más pri­or­i­tarias.

A prin­ci­p­ios de 2015, sin tra­ba­jo des­de hacía demasi­a­do tiem­po, y en real­i­dad sin demasi­a­do pro­duc­ti­vo que hac­er, pen­só: «¿Y si volviera a estu­di­ar?» Con­sultó cómo pro­ced­er, cen­tros cer­canos y cuán­do empezaría las clases.

Las clases empezaron en octubre de 2015. Nue­stro pro­tag­o­nista nun­ca ha creí­do demasi­a­do en sí mis­mo, pero ese primer día, antes de entrar a clase, real­mente no sabía ni para qué se había ani­ma­do a volver a estu­di­ar: no se veía capaz de hac­er nada. Aunque eso no fue lo peor; ese mis­mo día, al ter­mi­nar las clases y saber que no record­a­ba abso­lu­ta­mente nada, que su cabeza ya no esta­ba adap­ta­da al estrés y al estu­dio como gran parte de la gente que llen­a­ba esa nue­va aula, se desmor­al­izó com­ple­ta­mente.

No obstante no se rindió, pro­bar suerte nun­ca costó nada. Sigu­ió yen­do a clase, y días con más o días con menos éxi­to, lo que las primeras sem­anas de clase resulta­ba imposi­ble fue resul­tan­do sólo muy difí­cil; ese muy difí­cil pasó a ser ya sólo difí­cil y por tan­to acce­si­ble. Has­ta un mes antes de que finalizaran las clases, donde volvió a sen­tirse como los primeros días: total­mente inútil. De nue­vo pen­só que no servía para nada, que no iba a con­seguir­lo, que había esta­do per­di­en­do el tiem­po y, peor aún, el dinero…

No hubo otra solu­ción para Javi que no fuera tratar de cam­biar la men­tal­i­dad. Dejó de com­pade­cerse de sí mis­mo al menos las dos ter­ceras partes de lo que lo hacía antes, sacó una libre­ta y empezó a prac­ticar y prac­ticar has­ta sacar cal­lo en el dedo corazón. Todavía pens­a­ba que era difí­cil, que segu­ra­mente fal­laría, porque vien­do exámenes de años ante­ri­ores lo cier­to es que las prob­a­bil­i­dades de fal­lar debido a pre­gun­tas retor­ci­das eran bas­tante ele­vadas… Cada vez los nervios fueron hacién­dose más pre­sentes has­ta lle­gar a pen­sar que si el día del exa­m­en lle­ga­ba con ese niv­el de estrés enci­ma no iba a ati­nar a con­tes­tar cor­rec­ta­mente ni siquiera aunque lo supiera.

Pero la sem­ana del exa­m­en todo cam­bió. Algo ines­per­a­do sucedió y como por arte de magia se lle­varon todos los nervios y el estrés acu­mu­la­do. Lo úni­co que nue­stro pequeño Javi quería era que lle­gase el día del exa­m­en, hac­er­lo ya, y que pasara lo que tuviera que pasar.

Como la vida del estu­di­ante parece un eter­no subiba­ja emo­cional, el día del exa­m­en no podía ser de otra for­ma. 9:30h. Primeros tres exámenes. Javi esta­ba mod­er­ada­mente nervioso, pero nervioso a fin de cuen­tas. Reparten el exa­m­en y Javi desafor­tu­nada­mente antes de empezar a con­tes­tar a las pre­gun­tas empieza a leer­las todas antes de siquiera con­tes­tar a ningu­na. Sus ojos se iban hacien­do grandes, y en esta­do nor­mal sue­len ser bas­tante pequeños. No entendía nada. Todo lo que esta­ba leyen­do, sal­vo algu­na excep­ción, no le son­a­ba de nada. No sabía si había per­di­do la capaci­dad de enten­der las pre­gun­tas o que real­mente casi todo lo que esta­ba apare­cien­do en el exa­m­en no entra­ba en el temario. Fue hacien­do lo mejor posi­ble lo que sí sabía hac­er y deján­dose para el final, para inten­tar pen­sar más detenida­mente, y tratar de ver si entendía qué es lo que tenía que hac­er en esas mis­te­riosas pre­gun­tas.

Para qué engañarnos: lo que sabía hac­er per­fec­ta­mente le costó poco tiem­po. El prob­le­ma no esta­ba ahí, sino en lo que no sabía. Pen­só sin éxi­to la solu­ción a esas pre­gun­tas, y cuan­do esta­ba a pun­to de entre­gar el exa­m­en pen­só que las pre­gun­tas en blan­co no pun­tu­a­ban, y como no había res­ta de pun­tos por pre­gun­ta incor­rec­ta mejor inten­tar ser un poco cre­ati­vo y hac­er algo que pudiera ten­er su lóg­i­ca, aunque no estu­viera bien. Quizá, con suerte, ras­cara por algu­na parte unas déci­mas. Así pues, manos a la obra, empezó a rel­lenar las pre­gun­tas de la mejor for­ma posi­ble y, a diez min­u­tos para el tiem­po máx­i­mo de exa­m­en, entregó lo que había hecho y se fue.

Cuan­do sal­ió del aula las caras de los demás com­pañeros debían de ser las mis­mas que las de él. Todos coin­cidían: había sido un exa­m­en muy difí­cil, la may­oría de pre­gun­tas no esta­ban en el temario. Habían sus­pendi­do todos seguro. Si éste fuera el últi­mo exa­m­en quizá hubiera sido mejor, pero sien­do el primero de todos, cor­ría tan­to nue­stro pro­tag­o­nista como el resto de com­pañeros el ries­go de descen­trarse y no estar a la altura de sus posi­bil­i­dades para el resto de exámenes.

Javi, pese a la frus­tración acu­mu­la­da, inten­tó dejar la mente en blan­co. Tam­bién, cabe decir, que unas cuan­tas noti­fi­ca­ciones de áni­mo que lle­garon en su telé­fono móvil fueron enorme­mente agrade­ci­das y le ayu­daron, den­tro de lo que cabe, a pen­sar en pos­i­ti­vo.

Vien­do el niv­el del primer exa­m­en, para el que nue­stro pro­tag­o­nista esta­ba mejor prepara­do que para los dos próx­i­mos, Javi se temió lo peor. No esta­ba tan prepara­do para enfrentarse al resto, y de nue­vo ideas hor­ri­bles se le pasaron por la mente durante el des­can­so entre esos exámenes y volvió a pen­sar que no servía… Lla­maron de nue­vo a las aulas para pro­ced­er.

Mis­mo rit­u­al: dos exámenes más, y reple­tos de teoría e innu­mer­ables datos que mem­o­rizar. Esta vez Javi no leyó las pre­gun­tas antes de con­tes­tar­las (ya no se atrevía); sim­ple­mente fue con­testán­do­lo a todo sin dudar. Esta­ba dán­dose cuen­ta de que, a difer­en­cia de los ante­ri­ores y con­tra todo pronós­ti­co, éste esta­ba sien­do real­mente ase­quible. Ter­minó el exa­m­en con bas­tante tiem­po de mar­gen respec­to al máx­i­mo, y algunos de sus com­pañeros ya esta­ba fuera del aula; ni cabe decir que las caras de los que allí esta­ban dis­ta­ban un abis­mo con las que había vis­to recién sali­do del primer exa­m­en, y seguro que tam­bién con la que él mis­mo tenía.

Otro des­can­so. Tiem­po de rece­so para com­er y después, por la tarde, dos exámenes más.

En prin­ci­pio esos dos exámenes que resta­ban no suponían demasi­a­do peli­gro, real­mente esta­ba prepara­do para ellos inclu­so antes de haber empeza­do las clases… sólo esper­a­ba no ten­er tan mala suerte como con la primera tan­da de exámenes. Aunque sin duda la tris­teza era pal­pa­ble porque en su cabeza ya era lo mis­mo estar sus­pen­so por dos exámenes que por los demás, el caso es que no había con­segui­do el obje­ti­vo, había fra­casa­do. Sue­na duro, pero real­mente era lo que pens­a­ba.

Los dos sigu­ientes exámenes, como suponía, fueron mero trámite, pero Javi ya se veía con­de­na­do a recu­per­ar por cul­pa de esos dos exámenes reple­tos de pre­gun­tas car­entes de sen­ti­do para él. Así que mejor no explicar aquí lo mal que se sin­tió todo ese fin de sem­ana; los resul­ta­dos finales los cono­cería el próx­i­mo martes, pero, como dije, él ya se tenía por fra­casa­do.

El martes, lo más pron­to posi­ble, llamó por telé­fono al cen­tro donde se exam­inó, y la con­ver­sación tran­scur­rió más o menos tal que así…
—Hola, buenos días, era para ver si esta­ban ya los resul­ta­dos de los exámenes del viernes…
—Sí, dígame sus apel­li­dos y le digo.
—Pala­cios Pérez…
—A ver… ¡aquí! Aproba­do.
—¿Aproba­do? ¿El qué?
—Todo, aproba­do.
—¿En serio? Pero… ¿No se estará equiv­o­can­do con otra per­sona? Pala­cios Pérez.
—Sí, Pala­cios Pérez, Fran­cis­co Javier, no hay otro —risas—. Aproba­do, ¡enhorabue­na!
—… (silen­cio incó­mo­do)
—¿Qué ocurre?
—Es que con­ta­ba con haber sus­pendi­do dos…
—Pues no, si quiere le digo una por una las notas y se las apun­ta —risas.
—Eh… ¡vale!

Entonces le dijo las notas, sin­ce­ra­mente muchísi­mo mejores inclu­so de lo que esper­a­ba has­ta para las que mejor preparadas llev­a­ba. Nue­stro pro­tag­o­nista esta­ba alu­ci­nan­do, así que aún tuvo el val­or de volver a pre­gun­tar…

—¿Entonces eso quiere decir que estoy aproba­do, no?
(más risas…)
—Sí, no se pre­ocupe, está aproba­do. A par­tir del día tal puede pasar a recoger el títu­lo. ¡Enhorabue­na!

Y ésta, como ya habrán podi­do imag­i­nar, no es otra sino la his­to­ria más reciente del autor de este rela­to. Y la for­ma más orig­i­nal que encon­tró de con­tar lo que había ido ocur­rien­do durante el últi­mo cur­so esco­lar y cómo había ido evolu­cio­nan­do su salud men­tal durante ese tiem­po. Ojalá hayan dis­fru­ta­do del pro­ce­so al menos la mitad de lo que este humilde apor­reador de teclas ha dis­fru­ta­do con­tan­do que hoy por fin se enteró de que uno de los sueños de su vida se había vis­to cumpli­do.

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8 comentarios

  1. ¡Hola Javi! Pues la ver­dad es que me ha servi­do de inspiración tu rela­to (yo estoy entran­do aho­ra en la rec­ta de exámenes finales).

    Creo que yo, (como cualquier otro estu­di­ante) tam­bién ha sen­ti­do lo que tú: desilusión y ganas de aban­donarlo todo. Por suerte, no lo hace­mos ; )

    ¡Feli­ci­dades por haber aproba­do! Un abra­zo

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    • Muchas gra­cias, Isa. Me ale­gro de que te haya gus­ta­do y, sobre todo, de que te haya moti­va­do un poquito de cara a los exámenes finales. ¡Mucho áni­mo con ellos, por cier­to!

      Pues sí: afor­tu­nada­mente no lo hace­mos, porque si ese primer día de clase (y tan­tos otros) hubiera tira­do la toal­la me hubiera queda­do en el camino, cuan­do sigu­ien­do ade­lante lo he podi­do con­seguir.

      Un abra­zo y mucha fuerza. ¡Espero que me cuentes qué tal fue!

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  2. Yo me que­do en lo bási­co porque ya sabes lo que opino:
    ¡Muchas feli­ci­dades! Espero que, al igual que con­ti­go, todo mi esfuer­zo ten­ga su rec­om­pen­sa.
    Ah, y no olvides que ningún número nos define. Un sí o un no, un apto o un no apto no define quiénes somos ni cuán­to vale­mos.

    Un abra­zo, míster.

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    • ¡Muchas gra­cias, señori­ta ele­fan­ta! Es cier­to que no somos sólo lo que un exa­m­en dice que somos, pero cuan­do llevas todo el bajón enci­ma es difí­cil de recor­dar… 😛 ¡Ya verás como sí! Den­tro de nada verás como se hace real­i­dad tu sueño. Con­cen­tración y relax, que ya que­da nada para que puedas cel­e­brar­lo. Un abra­zote.

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  3. ¡Bra­vo, bra­vo, bra­vo! Y olé y reque­te­olé. TE lo dije, ¿o no? Y yo soy súu­u­u­u­u­u­u­u­u­u­u­per lista.

    🙂

    ¡Un beso fuerte!

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    • Sí, es cier­to. Nun­ca dejaste de con­fi­ar en que iba a apro­bar­lo todo, ni siquiera el día del exa­m­en donde el pronós­ti­co era más negro que el car­bón. Muchas gra­cias, Bet­tie. Un beso. 😀

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  4. jeje­je­je real­mente no engañabas mucho sobre quién era el pro­tag­o­nista del rela­to… siem­pre se dice que la gente escribe sobre lo que conoce y que mejor que con­tar algo que te ha ocur­ri­do en primera per­sona… la ver­dad es que eres muy valiente por con­tar lo que has con­ta­do, inde­pen­di­en­te­mente del resul­ta­do de las prue­bas (que me ale­gro que haya sido el que ha sido), has desnuda­do una parte de ti, con­tan­do lo poco que con­fi­abas en ti, en tus capaci­dades y como has ido cam­bian­do… éste es un rela­to que debes guardar y releer en esos momen­tos de tu vida que sientes que las cosas te super­an, que no podrás con­seguir lo que te has prop­uesto porque te dará energía para seguir, si lo lograste en ese momen­to lo podrás seguir logran­do (siem­pre y cuan­do los obje­tivos sean ase­quibles). Y te acon­se­jaría que nun­ca dejaras de estu­di­ar, lo que sea, pero siem­pre ten­er la mente y la memo­ria tra­ba­jan­do, los dedos con cal­los de tan­to escribir… porque cuan­do más estu­dias, más fácil es seguir hacién­do­lo! al menos, a mí me pasa, yo nun­ca he deja­do de estu­di­ar.. este año, primero de ital­iano 🙂

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    • Muchas gra­cias por tus pal­abras. 😛 Quería encon­trar una for­ma orig­i­nal de con­tar­lo sin decir: «ea, aprobé los exámenes»; y como me gus­ta escribir relatos, inven­té uno con­mi­go mis­mo como pro­tag­o­nista. 😀

      La ver­dad es que apro­bar esos exámenes me han dado un buen subidón de cara al año que viene, porque aunque me conoz­co y sé que seguiré descon­fian­do de mí y de mis posi­bil­i­dades en más de un momen­to, recor­dar que ya fui capaz de hac­er­lo una vez me ayu­dará bas­tante.

      En real­i­dad, aunque no fuese for­ma­ción regla­da, siem­pre estuve estu­dian­do algo. En espe­cial, lo que más me apa­siona en el mun­do, que es la pro­gra­mación, y esta web ha sido mi rincón de prác­ti­cas, para pon­er en mar­cha todo lo que iba ide­an­do y prac­ti­can­do cosas que se me ocur­rían hac­er. Todo auto­di­dac­ta, claro. Pero lo malo de eso es que si no tienes un papelín que te diga qué sabes hac­er no sirve de nada a la hora de aspi­rar a un empleo. Espero, poco a poco, ir ponién­dole reme­dio a eso.

      Un saludín. 😀

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