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La cara de la muerte

17-VI-2009

relatos

Tras la peti­ción de una ami­ga inau­guro esta sec­ción inten­tan­do exprim­ir lo máx­i­mo posi­ble mi mente para crear al menos un inten­to de rela­to de mis­te­rio. Aunque por descon­ta­do no estaré a la altura, toda mi inspiración viene de Teo Rodríguez, en este caso del rela­to tit­u­la­do Conec­ta­do. Vamos allá.

La his­to­ria que hoy os quiero con­tar sucedió hace algunos años en un inhóspi­to pueblo de nues­tra penín­su­la. De calles estre­chas, como cual laber­in­to, y cues­tas que pro­ducirían lan­guidez a todo aquel que pre­tendiera subir­las sin haberse aveza­do en ellas. Es en la parte más alta de la mon­taña que flan­quea dicho pueblo donde reside una famil­ia adin­er­a­da que, har­tos del estrés de las grandes urbes, decidió asen­tar su mora­da en el sitio más recón­di­to que pudier­an encon­trar.

La res­i­den­cia de los González Latorre -que así se llam­a­ban- con­ta­ba con todo tipo de lujos, más de los que cualquier famil­ia entonces pudiera tan siquiera soñar. Impens­ables has­ta el momen­to en aque­l­la zona. Eran envidi­a­dos y sus bienes cod­i­ci­a­dos por todos los habi­tantes de la comar­ca. Aunque no por ello sospech­a­ban que pudier­an haberse crea­do algún ene­mi­go, pues siem­pre trataron de ser gen­erosos con quienes les cor­re­spondían.

Así pues, una de tan­tas noches, los padres dejaron solo a Ricar­do: el hijo menor de la famil­ia. Solían acud­ir a fies­tas que se cel­e­braran por la zona, a cenar a los restau­rantes más caros que se pudier­an encon­trar, o sim­ple­mente a dar un paseo por los esplén­di­dos bosques de pen­e­trantes árboles, ávi­dos de tocar el cielo con sus copas, que se aposenta­ban en las inmen­sas laderas que recogía la zona.

Sin nada mejor que hac­er Ricar­do se conec­tó a Inter­net. Quería ver si alguno de los ami­gos que dejó atrás por las grandes urbes donde sus padres le habían hecho pasar sus días esta­ba conec­ta­do. Pen­só que con­ver­sar con alguien sería una man­era de que pasaran las horas has­ta que le entrara el sueño. Al abrir el pro­gra­ma sus ojos deslum­bra­ban una clar­i­dad espe­cial pues acaba­ba de pres­en­ciar el may­or número de con­tac­tos conec­ta­dos simultánea­mente. Los tenía a todos. Saludó a uno al azar pero no hubo suerte, no le con­testó. Probó con otro y la expe­ri­en­cia volvió a ser nefas­ta, tam­poco hubo suerte. Así probó con has­ta cin­co con­tac­tos más, sin que ninguno diese señales de vida. De repente todos ellos se desconec­taron, no qued­a­ba nadie. Qué raro -pen­só-, aunque achacó el extraño efec­to a una de las tan­tas anom­alías que se pro­ducían en una zona donde ape­nas se podían con­tar con los dedos de una mano quienes entonces tuvier­an conex­ión a Inter­net. Sin más se dis­pu­so a reini­ciar el orde­nador, esperan­do que tras el nue­vo inten­to todo fun­cionara como siem­pre. Aunque no fue así. Cuan­do conec­tó de nue­vo seguía sin haber nadie conec­ta­do, aunque esta vez percibió un avi­so de peti­ción de nue­vo con­tac­to. Nada fuera de lo nor­mal si no fuera porque la direc­ción elec­tróni­ca des­de la que pre­tendían agre­gar­le era vasamorir@hotmail.com. Al ver­lo son­rió. Pen­só que sería una de las tan­tísi­mas bro­mas que su más reciente ami­go, Luis, le había gas­ta­do. Sin dudar­lo acep­tó, abrieron con­ver­sación y comen­zó increpán­dole que esta bro­ma no tenía gra­cia:

- Luis, ya está bien, ¿no? Esta bro­ma ya no tiene gra­cia.
— ¿Bro­ma? Yo de ti no lo vería como una bro­ma. -respondió la per­sona que esta­ba al otro lado-
— ¡Joder, Luis! Ya vale con el jueguecito. Deja de hac­er el ton­to.
— Puedes tomárte­lo como un juego si quieres, aunque no creo que te vaya a hac­er mucha gra­cia.

Las respues­tas de la per­sona que se encon­trara detrás de esta, supues­ta­mente, bro­ma pesa­da eran casi automáti­cas. Era imposi­ble que le diera tiem­po a escribir a tal veloci­dad, casi ade­lan­tán­dose a los pen­samien­tos que él tenía. Lo primero que se le pasó por la mente fue apa­gar el orde­nador y ráp­i­da­mente lla­mar a sus padres por telé­fono, para que acud­ier­an a casa lo más rápi­do posi­ble. El orde­nador lo apagó desconectan­do el cable de la pared, cogió ráp­i­da­mente el móvil y mar­có el número de su padre. Aunque algo más raro todavía sucedió. La cober­tu­ra móvil en ese pueblo, debido a la altura del mis­mo, era envidi­a­ble. Y aho­ra mis­mo acaba­ba de quedarse sin cober­tu­ra. Cada vez más nervioso acud­ió al telé­fono fijo, donde no impor­taría el extraño moti­vo por el cual se había queda­do sin cober­tu­ra. Igual que antes, sin lle­gar a sonar el primer tono el telé­fono perdió la señal. Aunque un rui­do famil­iar son­a­ba cada vez más alto des­de la habitación donde tenía el orde­nador. Inex­plic­a­ble­mente la pan­talla esta­ba encen­di­da, con la con­ver­sación ante­ri­or­mente man­teni­da habi­en­do aña­di­do en su ausen­cia una desafi­ante car­ca­ja­da y una pre­gun­ta muy direc­ta: – ¿A quién querías lla­mar, Ricar­do?

Cada vez más nervioso lan­za un gri­to de impo­ten­cia hacia el orde­nador, con todas sus fuerzas, como si esper­ara que el indi­vid­uo estu­viera cer­ca y pudiera oír­le. – ¡DÉJAME EN PAZ!, dijo. De nue­vo apare­ció en la pan­talla una car­ca­ja­da acom­paña­da ráp­i­da­mente de un tex­to ame­nazador donde podía leerse: – ¿Que te deje en paz? Te dejaré en paz cuan­do acabe con­ti­go. Rápi­do cor­rió has­ta la puer­ta de entra­da a la vivien­da, trató de abrir la puer­ta apresurada­mente con inten­ción de aban­donar aque­l­la pesadil­la e ir en bus­ca de ayu­da. La puer­ta esta­ba cer­ra­da. Tem­bloroso sacó las llaves de su bol­sil­lo y, emple­an­do más tiem­po del que en cualquier otra ocasión hubiera nece­si­ta­do, con­sigu­ió meter la llave en la cer­radu­ra pero ésta daba vueltas sin que la cer­radu­ra se abri­era. Esta­ba rota. Se dirigió rápi­do a una ven­tana para salir por ahí, pero esta­ba atran­ca­da. Se apresuró a la sigu­iente pero tam­bién esta­ba atran­ca­da, no había for­ma de abrir­la. Repasó todas y cada una de las ven­tanas de la casa, inclu­so la puer­ta del jardín, pero todo esta­ba atran­ca­do. Era como si alguien quisiera haber­le encer­ra­do den­tro de la casa.

De repente escuchó unos pasos, y de la puer­ta de la entra­da de la casa empezó a escuchar sonoros estru­en­dos como si alguien empuñara una maza y quisiera der­rib­ar la puer­ta. Esta­ba per­di­do, no sabía qué hac­er ni dónde meterse. Rápi­do cor­rió hacia el piso de arri­ba a encer­rarse en la habitación más ale­ja­da que había. Delante de la puer­ta colocó cuan­tos mue­bles se encon­tra­ban allí con­sigu­ien­do así evi­tar que aque­l­la per­sona o ani­mal que seguía ince­sante dan­do golpes a la puer­ta entrara en su refu­gio. Los golpes seguían sonan­do más y más has­ta que de repente dejó de oírse nada. Se ase­me­ja­ba a una mañana de pri­mav­era donde has­ta con un poco de aten­ción se pueden percibir los can­tos de los pájaros. Pen­só que aque­l­lo que fuera lo que esta­ba inten­tan­do entrar a su casa había desis­ti­do tratán­dose de una puer­ta blinda­da que, teóri­ca­mente, es difí­cil de abrir. Aunque el rui­do que las maderas del piso de la casa hacen cuan­do se cam­i­na por enci­ma de ellas arru­inó sus esper­an­zas. Sea lo que fuera lo que esta­ba inten­tan­do entrar en su casa lo había con­segui­do. Sólo qued­a­ba una vía de escape, y es que al abrirse la puer­ta la alar­ma conec­ta­da con la seguri­dad pri­va­da de la casa habría aler­ta­do de una entra­da sospe­chosa al inmue­ble. Qued­a­ba úni­ca­mente esper­ar a que los ser­vi­cios de seguri­dad acud­ier­an en su rescate.

Con todas sus fuerzas descar­ga­ba su reduci­do peso con­tra la puer­ta que hacía de fron­tera entre lo que quiera que estu­viera detrás y Ricar­do. Cada vez los pasos se escuch­a­ban más próx­i­mos y podía percibir una frase en un idioma que no conocía que repetía una y otra vez, incans­able, bal­buce­an­do… Podía ase­me­jarse a una especie de oración que no podía enten­der.

Los mis­mos golpes que había escucha­do en la puer­ta de entra­da aho­ra esta­ba escuchán­do­los aquí. Aunque esta puer­ta no aguan­taría lo mis­mo. Nada más podía pen­sar en que de un momen­to a otro lle­gara la policía a casa, porque real­mente no tenía ya nada que hac­er. Has­ta que un sonoro estru­en­do abrió com­ple­ta­mente la puer­ta deján­dole entr­ev­er a Ricar­do una per­sona muy alta, com­ple­ta­mente tapa­da por una túni­ca negra y una más­cara en cuyos agu­jeros para los ojos y la boca podían apre­cia­rse tres medias lunas res­p­lan­de­cientes. En ese momen­to una poten­tísi­ma luz que brota­ba del cuer­po de aque­l­la per­sona que esta­ba aso­ma­da en la puer­ta le cegó com­ple­ta­mente…

A la mañana sigu­iente, cuan­do sus padres lle­garon a casa, asus­ta­dos tras ver la puer­ta de la entra­da total­mente destroza­da recor­rieron toda la casa en bus­ca de su hijo quien por más que llam­a­ban no con­testa­ba. Lo primero que les vino a la cabeza es que lo habrían rap­ta­do, pero la real­i­dad fue muchísi­mo peor. Cuan­do lle­garon al cuar­to donde había pasa­do sus últi­mas horas Ricar­do se encon­traron con el cadáver de su hijo des­cuar­ti­za­do, san­gre por todas partes y sobre el difun­to cuer­po una nota que decía Te advertí que no era una bro­ma. Los padres a día de hoy siguen en ter­apia por lo que aque­l­la mañana vieron y que nun­ca podrán olvi­dar; se mudaron y aho­ra viv­en en el extran­jero. En cuan­to al crimen, la policía a día de hoy aún no ha resuel­to el caso pues de ningu­na parte pudieron extraer huel­las que pudier­an incul­par a alguien…

Lo que nun­ca sabrán… es que esas tres medias lunas que Ricar­do vio antes de morir eran… la cara de la muerte.

¿Has encontrado algún error en el texto anterior? Me ayudarías mucho si lo reportaras.

6 comentarios

  1. LuNaRiS 17-VI-2009

    Esta muy bien,mantienes la intri­ga has­ta el ulti­mo momento,y no se hace nada pesado,te quedas con ganas de leer mas,asi que ponte manos a la obra,para escribir mas.La ver­dad es que Teo debe pre­ocu­parse le ha sali­do un duro competidor.Sigue como has­ta ahora,haciendonos dis­fru­tar de tus escritos.

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  2. Sigo pen­san­do lo mis­mo que te dije siem­pre: Teo es un mae­stro. Es como com­parar un Seat Pan­da con un Lam­borgh­i­ni Gal­lar­do, jeje. ¡Gra­cias!

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  3. Yo no soy gran afi­ciona­do a la lec­tura, ni a este tipo de his­to­rias. Pero la lec­tura ha sido amena…quizás esper­a­ba un poco más del final. ( no se lo que debería esper­ar ). De todas man­eras me ha gus­ta­do!.

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  4. ¡Gra­cias! Yo no estoy ducho en estos temas. Es el primer rela­to que escri­bo. Quizá poco a poco vaya mejorán­do­lo, pero de todas for­mas se tra­ta de una his­to­ria de un crimen para­nor­mal, que bajo la teoría del últi­mo pár­rafo es un espec­tro o espíritu quien lo ha mata­do, así que el final debía quedarse en incóg­ni­ta, creo. De todos mod­os, espero mejo­rar y que sigas dán­dome tu opinión. ¡Gra­cias de nue­vo!

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  5. Ey, que ayer escuchan­do el gran pro­gra­ma La Rosa de los Vien­tos (mejor que M3 xDD) me acordé de este post porque tienen una sec­ción de microre­latos envi­a­dos por los oyentes que drama­ti­zan ellos y es genial, fijate que me aco­joné y ya me lo sabía xDD

    Puedes pro­bar suerte ahí.

    Un salu­do

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  6. Aunque cuan­do esta­ba Juan Anto­nio Cebrián algu­na emisión escuché, la ver­dad es que no lo he segui­do mucho. Desconocía esta sec­ción de relatos envi­a­dos por los oyentes. Aunque sé que debo mejo­rar aún mucho. Este fue el primer rela­to que escribí en toda mi vida, seguro que los habrín mejores allí, y que inclu­so yo podría mejo­rar éste. ¡Gra­cias Bori!

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