El quirófano del mal
5-VII-2016

Lo único que conocía de su misión es que podía haber alguien infiltrado en aquel lugar que estuviera aprovechándose de su supuesta profesión para saciar sus deseos más íntimos. No sabía ni quién sería, ni qué aspecto tendría, ni qué posición jerárquica tendría… Su misión era investigar, pero en realidad tenía muy pocos datos de partida.
Ya que una de sus especialidades era la sanación, y que en sus largos años de vida había podido poner en práctica sus dotes en más ocasiones y en más escenarios de los que le hubiera gustado, se infiltró como cirujano en aquel humilde hospital con tan mala fama por los alrededores. Se decía que aquel que terminara por ser ingresado en el hospital y sometido a una operación tenía altas probabilidades de no salir de aquel recinto si no era en una caja de madera o pasto de las cenizas, según la preferencia de cada cual. Y es precisamente eso lo que tenía que investigar.
Todos los cirujanos del centro se habían sometido a multitud de controles, porque en realidad no era habitual una estadística tan mala de pacientes fallecidos durante la intervención, pero todas las investigaciones y autopsias realizadas habían clarificado que las ya dichas defunciones de pacientes habían estado relacionadas directamente con el motivo por el que habían sido sometidas a operación y no por errores humanos relacionados con el personal sanitario. Estaba claro que, como solía decirse: los tiros no iban por ahí…
El primer día de Castiel como miembro de la plantilla de cirujanos de aquel hospital había empezado con más movimiento del que hubiera deseado. Al cabo de media hora de comenzar su turno ya había tenido que intervenir en una operación crítica: un vulgar atraco callejero se había ido de las manos porque el paciente se había negado a darle al atracador lo que éste le pedía; la policía ya estaba tras la pista de quien a punto estuvo de cobrarse una vida a causa de una punción con arma blanca, pero como era frecuente en estos casos, costaría demasiado dar con la pista concreta que diera con esa persona, y más todavía conseguir con éxito su detención. Quizá más adelante, después de su turno, fuera a hacerle una visita para convencerle de que se entregara voluntariamente a las autoridades. Sí, es lo que iba a hacer.
Sus dotes de sanación eran efectivas pero poco usuales, así que tuvo que apañárselas para que le dejasen solos unos minutos, minutos en los cuales él aprovecharía para sanar casi por completo al paciente, y todavía le quedó un momento para pensar en la excusa que inventaría para hacerles ver a sus compañeros que ya no era necesario transportar al paciente al quirófano.
—Hola, te llamabas… Lucía, ¿cierto? Disculpa. Acércate, rápido.
—Hola Castiel, sí, me llamo Lucía. Dime, ¿qué pasa?
—¿Ves la punción hacia dónde se dirige? Creo que hubo un error de diagnóstico y, afortunadamente, es menos grave de lo esperado. Pasa justo por debajo del pulmón izquierdo, no llega a atravesarlo, como creíamos. En realidad no ha seccionado ningún órgano vital según veo. Échale un ojo a ver qué te parece y cuéntame.
—Pues… Es cierto, eso parece. Tienes buen ojo. Cualquier diría que te han traído a este hospital para que nuestra estadística mejore un poco… Porque sabes algo sobre nuestra famosa estadística con los pacientes, ¿no?
—Sí… Poco, pero algo sé. Y sobre nuestro paciente, parece que con darle unos puntos estará listo para darle el alta, ¿no?
—Sí, eso parece…
En realidad Castiel podría haber hecho mucho más por su paciente. Podía haber hecho que desapareciese su dolor, incluso eliminar por completo el corte y hacer como si nunca hubiese sucedido ese atraco, pero tuvo que dejar su sanación a medias porque debía actuar en lo posible con discreción para no poner en riesgo su infiltración en el hospital.
Esa mañana ya no tuvo más trabajo. El equipo tuvo que atender a otro paciente que en principio parecía una cosa simple pero que, como ya le advirtieron a Castiel sus superiores, terminó con el paciente en la sala de la morgue. Ese paciente había sido atendido por tres personas, una de ellas era Lucía… Le había caído bien a simple vista, pero no podía descartar a nadie en su investigación. Los otros eran el doctor Martínez y la doctora González, que todavía no había tenido el ¿placer? de conocer.
En un momento que tuvo, durante la hora de la comida, en el que todo estaba más o menos despejado y no había pacientes esperando ser atendidos, se coló en el despacho de administración. Y ahí pudo echar un ojo a los informes de personal, y obviamente se centró en el de los tres miembros del equipo que habían operado a ese paciente que ahora había pasado a mejor vida, decían… ¡pobres! no tenían ni idea del error en el que estaban. En realidad en esos informes (por otro lado, también era de esperar) no encontró gran cosa, pero sí se fijó en un dato: sus superiores le dieron una fecha a partir de la cual la estadística, que de por sí no era tampoco brillante, empezó a caer en picado… y esa fecha que le dieron es justo tres semanas después del ingreso en plantilla de la doctora González; no se podía dar nada por sentado, porque podría ser una coincidencia, pero ya era algo más de lo que tenía cuando llegó. ¿Su nueva misión? Acercarse a ella, tratar de congeniar y de llevarse bien, intentar incluso quedar fuera del trabajo… todo lo posible para asegurarse de que es quien supuestamente los jefes creen que es y acabar por fin con la estadística tan pésima de este humilde hospital.
Cuando terminó la hora de la comida, el equipo médico, entre risas y charlas, volvían a sus puestos de trabajo; justo saliendo de la puerta del restaurante aparecía la doctora González acompañada de tres médicos, otro cirujano y dos celadores más, hablando del partido de fútbol de anoche. Castiel estaba sentado en un banco, disimulando pero atento a todos los movimientos de la doctora; cuando pasaron frente a él aprovechó la ocasión que estaba esperando:
—Hola doctora González, cuando tenga un momento me gustaría hablar con usted si es posible, no quisiera molestar.
Ella se dirigió a sus acompañantes diciéndoles que siguieran, que ya hablarían después, y se sentó con Castiel en el banco donde él estaba. Da igual si se conocen o no, los seres humanos no tienen forma de detectarse, pero ellos sí. Y nada más cruzarse ya supieron quiénes eran y pudieron ver sus formas reales, escondidas tras los cuerpos de hombre y de mujer que respectivamente habían decidido ocupar.
—Han tardado mucho los tuyos en darse cuenta esta vez ¿eh? Os veo desentrenados —dijo la doctora González.
—Hola Ruby —dijo Castiel— diría que es un placer verte, pero estaría mintiendo.
—Ay, qué dulces sois. Papaíto no os deja decir mentiras. Mírame, voy a llorar.
En el mismo segundo ambos se pusieron de pie y sacaron sus armas de debajo de las mangas de sus respectivas batas. La batalla estaba servida, y más valía que nadie se diese cuenta e interviniera, porque estas batallas sólo terminan con la muerte de uno de los oponentes.
Ruby dio un rápido salto que le sirvió para separarse, pero también para impulsarse, lo que la llevó fácilmente a quedar en la espalda de Castiel; sin pensárselo dos veces movió su brazo con toda la fuerza de la que fue capaz con el fin de clavarle la destellante hoja de su arma justo en la columna vertebral. Castiel, atento y consciente de los planes de Ruby, se apartó en el último instante haciendo que con el propio impulso del brazo de Ruby casi se clavase a ella misma su propio cuchillo… lo cual no sucedió, pero sí que favoreció a convertir ese ataque traicionero por la espalda de Ruby a Castiel en que ahora Ruby viera reducida parte de su movilidad por tener su propio brazo cruzado por delante, y que Castiel aprovechó para agarrar con todas sus fuerzas con una mano mientras que con la otra le ponía su arma en el cuello.
—Aquí estamos, una vez más, Ruby. Me parece que vas a hacer un viaje exprés al infierno, de donde nunca deberías haber salido.
—Te olvidas de que aquéllo es como una especie de vacaciones para mí, Castiel. Y que tardaré más o menos tiempo pero al final volveré a la Tierra. Y seré más fuerte… y probablemente tú, de tanto tiempo que pasas rodeado de estos repugnantes humanos, ya no lo seas tanto. Y nos volveremos a enfrentar, Castiel. Así que termina con esto cuanto antes, porque si no en la próxima ocasión yo también me recrearé contigo.
Y sin casi dejar que Ruby terminase de decir estas palabras Castiel hizo presión con su cuchillo sobre el cuello de Ruby y una explosión de llamas envió al demonio a aquel lugar del cual habría que intentar que nunca más saliera, por el bien de la Tierra y de quienes habitan en ella.
Porque… como en los cuentos con final feliz, el bien siempre tiene que prevalecer al mal, ¿no?
Para quienes no se hayan dado cuenta, o quienes no hayan visto la serie, este relato está inspirado en Supernatural: una serie de televisión estadounidense transmitida en la actualidad por la cadena CW. Y no creo que sea necesario añadir que soy muy fan de esta serie, pero por si acaso… queda dicho.
Éste es mi primer intento de fanfic. Espero que os haya gustado el experimento.
¿Has encontrado algún error en el texto anterior? Me ayudarías mucho si lo reportaras.
Pero esto es una anécdota practicamente mas que un fanfic. Hay que currárselo un poquito mas, hombre. A mi Ruby siempre me ha gustado mas como aliada que como enemiga, el hecho de que fuera un demonio que ayudaba a los buenos me parecía mucho mas interesante. Creo que en eso la cagaron al final en la serie.
El final de tu fanfic es demasiado precipitado y abrupto.
Si no se te ocurría o no tenias ganas de seguir podías haber cortado y seguir otro día, así tendríamos dos episodios por el precio de uno XD De todas formas, no te desanimes.
Estas cosas son cuestión de perseverancia.
Un saludo…
Espero contar otro día una anécdota que te guste más. 😛 Yo me lo paso bien el rato que estoy escribiendo y eso es lo importante. Un saludo. 🙂
¡Hola! Pues a mí me ha gustado mucho ( nunca he visto la serie, la verdad, pero me ha parecido muy interesante el fanfic).
Estaría muy bien que continuaras con la historia, un saludo.
Muchas gracias, Isa, me alegra mucho saber que a ti te ha gustado más. Un saludín. 😀
Oxtia, pues no he visto nunca la serie, sigo muchas pero esta en concreto no! Me ha parecido muy bueno el relato, los personajes son tuyos o de la serie? bueno imagino que de la serie sino no sería un fanfic… lo único, que me ha parecido un poco corto, o sea, la introducción está muy bien porque nos sitúas, nos presentas al personaje, etc. luego se desarrolla muy rápido y el final aún lo es más, aunque como experimento está bien y es fácil opinar de los demás cuando lo miramos desde la barrera xD
Los personajes son de la serie, pero la trama es inventada por mí, nada de todo eso ha sucedido en la serie. La idea que tenía era esta desde el principio, quería poner en situación, describir el escenario y demás, y después hacer uno de los combates que suelen haber en la serie; quizá el resultado no fue tan bueno como me hubiera gustado, pero la rapidez del combate pretende ser un intento de fidelidad a los combates entre ángeles y demonios (o entre humanos y demonios) que suelen haber en la serie, que todos ellos, a mi entender, tienen como común denominador (salvo excepciones con los demonios más fuertes) que suceden y terminan rápidamente y siempre con uno de ellos «muerto». Si no has visto la serie, te la recomiendo. Es un poco larga, tiene un montón de temporadas, pero cuando empecé a verla hace años la historia me enganchó y tantos años después los hermanos Winchester ya son como parte de la familia. 😛