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Reseña: El hombre invisible, de H. G. Wells

5-XII-2014

El hombre invisible, de H. G. Wells

El hom­bre invis­i­ble, de

Mien­tras leía La ladrona de libros me entraron unas ganas tremen­das de poder leer lo que Liesel estu­vo leyen­do a lo largo de toda la nov­ela; lam­en­ta­ble­mente eso no es posi­ble, pero la ver­sión cin­e­matográ­fi­ca de la nov­ela me daría una ines­per­a­da sor­pre­sa cam­bian­do El hom­bre que se encogía de hom­bros por El hom­bre invis­i­ble. No ten­go ni idea de por qué hicieron este cam­bio, pero el caso es que me ben­efi­ció, porque si bien no era lo que en prin­ci­pio tenía ganas de leer, al menos sí era algo que podía leer; y era mucho más de lo que había con­segui­do has­ta el momen­to de ver la pelícu­la.

Sin duda, cuan­do alguien te hace la pre­gun­ta: ¿qué super­poder te gus­taría ten­er? Uno de los que ron­dan por tu cabeza antes de respon­der decantán­dote por uno es el don de la invis­i­bil­i­dad, suponien­do que todo serían ven­ta­jas, y más sin ten­er en cuen­ta la posi­bil­i­dad de que ese efec­to no fuera reversible a tu anto­jo. H.G. Wells nos hace enten­der con esta nov­ela que un esta­do per­ma­nente de invis­i­bil­i­dad puede ser tan com­pli­ca­do, o más inclu­so, que el peor de los trances que podamos ten­er sien­do com­ple­ta­mente vis­i­bles. Nun­ca todo es tan boni­to como se pin­ta en un primer momen­to.

Por con­tra de lo que pue­da pare­cer, la invis­i­bil­i­dad no le viene a nue­stro per­son­aje por ningún don, ni ningún deseo pedi­do a una lám­para mág­i­ca, ni tam­poco medi­ante la ven­ta de su alma a un demo­nio en un cruce de caminos; Grif­fin es un cien­tí­fi­co proban­do fór­mu­las sobre sí mis­mo has­ta que sus esfuer­zos dan con la fór­mu­la para lograr la invis­i­bil­i­dad… sin saber todavía cómo volver a ser vis­i­ble. Durante la nov­ela hay un ligero toque cien­tí­fi­co; mien­tras estu­dia algún méto­do para poder volver a ser vis­i­ble y tam­bién, más avan­za­da la nov­ela, cuan­do va nar­ran­do su his­to­ria a quien él con­sid­era su nue­vo comp­inche: Kemp. Cosa que da sen­sación de más real­is­mo si cabe.

La per­son­al­i­dad de Grif­fin es bas­tante dramáti­ca y drás­ti­ca; es un hom­bre de poca pacien­cia, nece­si­ta la mín­i­ma para explotar por cualquier cosa que sal­ga fuera de su con­trol. El tran­scur­so de la nov­ela se ve alter­ado en may­or parte por esta per­son­al­i­dad tan fuerte y que hace de él alguien nada pre­deci­ble —aparte de lo impre­deci­ble que imag­i­no que de por sí debe de ser alguien a quien nadie puede ver— lleván­donos hacia un final que cul­mi­na de for­ma bril­lante este breve clási­co que leí por puro azar tras ver una pelícu­la.

Es una obra muy cor­ti­ta, que se lee ráp­i­da­mente sobre todo de mitad del libro hacia ade­lante —que es la parte que más me gustó—; creo que es una nov­ela bas­tante entreteni­da para que exper­i­menten aque­l­los que aún no hayan cata­do la cien­cia fic­ción.

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